Y llegamos a Osaka (Cuanderno de Viaje Japón 2 parte)



Llegué a Japón el 10 de abril de 2018. Tras pasar 4 controles en Catai, es decir, en China. Llegar hasta el exótico Japón era realizar ese gran viaje que siempre quieres hacer pero que no haces porque piensas que está bastante fuera de tu alcance (¡cómo vas a lograr tus deseos!), así que cuando llegamos al hotel, pensé: "¡Ya estoy aquí!". Y me lo repetí varias veces.

Sabía que el castillo de Osaka era "pequeñito" (si lo comparáis con Versalles y esas otras Cortes Europeas) pero lo que no sabía era lo de los cerezos. Para empezar, no dan fruta. Hay un montón de variedades y resulta que valoran más los de flor de pétalo simple. Yo pensé, al ver aquellas bolas rosas tan...alegres, que cuanto más esponjosa fuera la flor, mejor, pero no. La guía nos dijo: "los que más se aprecian ya han florecido, son de un sólo pétalo, ahora quedan los de pétalo doble" (en la imagen).

Una joven japonesa que un día se sentó a mi lado en un concierto de jazz porque no encontraba a sus amigos era de la ciudad de Osaka. Se puso a hablar conmigo y me contó que Osaka era parecida a Valencia. Yo miraba para ella pensando: "¿Y siendo de ese país tan extraño qué haces aquí?" y es gracioso porque ella miraba para mí, con una sonrisa que decía: "No sabes lo feliz que estoy de estar en España". Hablamos poco, quizá quince minutos, en inglés claro, qué otra cosa nos quedaba. Me enseñó que O gen ki des ka? era una fórmula demasiado cortés y que ellos decían Gen ki des o algo así, no me enteré de mucho. 


castillo de Osaka

Osaka tiene dos millones y medio de habitantes, aproximadamente.  Como no pudimos estar muchos días, casi no nos dio tiempo a verla. Dentro del castillo no se podían hacer fotos, pero tuvimos suerte porque al otro lado del río Okawa había un Museo de la Moneda o Casa de la Moneda y los jardines solo habrían gratuitamente una semana al año. Según dijo la guía no podíamos perder la oportunidad de ir a verlos. Así que tras visitar el castillo, ¡aprovechamos!

En cuanto a dónde cenar y comer, ¡sin duda en Dotonbori! ¡Esa zona de la ciudad está muy animada!



Es de lo más turístico porque el famoso cartel de caramelos delante del cuál todo el mundo se hace la foto de "he estado en Osaka" está allí. Se trata de una zona que rodea el río, llena de restaurantes, mercados y tiendas. ¡En Osaka abundan los mercados repletos de gente y con expositores de marisco a pie de calle! Así como los anuncios estrambóticos para que pases a cenar allí:
(he recortado la imagen para que no veáis las cabezas de los turistas y sus caras):


Si hay algo que llama la atención en Osaka es cómo la ciudad cambia de noche. De día se ven los rascacielos, el paisaje gris de hormigón y calles asfaltadas. Pero de noche, las vistas desde la misma ventana eran bien diferentes:


Fijáos qué ciudad. 

Vistas desde el castillo

Pero bueno, no me puedo entretener más en Osaka porque sino no contaría el resto del viaje. Al día siguiente salimos hacia..

Nara y Kyoto

Bien, esto es un ejemplo de cómo la vida siempre me trastoca los deseos porque... yo a Japón iba a ver Kyoto. Todo lo demás me daba igual, me dije, yo quería ver Kyoto. Y en Kyoto tuvimos un problema. Para empezar, visitamos Nara. Nara es ese bonito bosque de ciervos donde unos animales parecidos a Bambi se acercan para que los acaricies mientras los pétalos de cerezo caen armoniosamente a tu alrededor. Todo muy zen. Y cuando bajamos del autobús me encuentro con esto:

Los ciervos eran el "hermano hippy de Bambi". =0 Estaban despeluchados. Dormían como marmotas al sol pero eso sí, como compraras una bolsa de galletas para ciervos... entonces ya podías correr. Porque aquellos dulces animales apáticos se transformaban en las carpas hambrientas del Parque del Retiro. Se convertían en criaturas ansiosas e insaciables que te perseguían por todo el parque y, si osabas darle una galleta a uno y a otro no, ese otro te mordía (pensad que su cabeza está a la altura de vuestro culete) lo que pillara que venía siendo el trasero o, en mi caso, la cazadora que llevaba atada alrededor de la cintura. Todavía recuerdo el "clac!" de sus mandíbulas al cerrarse en torno a ella. Inquietante.



Aquello ya debería habernos dado una idea de que la jornada no iba a transcurrir tan plácidamente como una podía imaginar. Caminamos hasta el templo del gran Buda. El templo de Todaji. A cuya entrada había dos guardianes que me impresionaron mucho.

Continuara... 

Los dos guardianes tenían la boca cerrada y abierta. Y la guía nos dijo que uno decía AAA  y el otro OOMMM! algo así. Un sonido como oummm!!!! y que venía a significar que eran el inicio y el fin. A mí me recordaron al "muso" je je je. ¿Por qué? Pues ni idea. Me hizo gracia lo de que cada uno de ellos tuviera la boca en una posición. Su tamaño impresionaba bastante:


Para que os hagáis una idea, el pie era más grande que yo:



Detrás estaba el Templo Todaji. Antes de entrar, podías "purificarte" al estilo de templo sintoísta (cosa que hicimos) lavándote en un manantial con varios cuencos cuya ceremonia muy sencilla sigue un orden bastante hermoso. Y luego también podías poner ofrendas de incienso:



Cuando entras en el templo y ves el gran Buda impresiona un poco. Porque es enorme. A su lado, la figura tiene otra de un aprendiz o estudiante.




Tras la visita, dijimos adiós a los ciervos y nos dirigimos a Kyoto. Pero creo recordar que os había dicho que en esta parte del viaje tuvimos algún que otro problema...

¡¡adios, Nelly!!

El problema principal era el tiempo. Al llegar a Kyoto visitamos el castillo de Nijo. No voy a poner fotos por no extenderme demasiado. El castillo cerraba a las cuatro y media, y prácticamente llegamos a las tres y media, por lo que no tuvimos tiempo para verlo. Este sí era un castillo grande, se componía de varias estancias y llamaba la atención que aquella destinada a recibir al mensajero del emperador tenía dos alturas: el espacio superior para el mensajero y el espacio inferior para el Shogún. "¿Cómo?" pensé "¿¿El mayor poder de Japón inclinado ante un simple mensajero??" El guía se volvió para decirnos: "así se demostraba que aunque solo fuera un cartero del emperador, el emperador siempre estaba por encima del Shogún. Era algo ceremonial y simbólico". En ese castillo, el Shogún Tokugawa dijo a los daimios que devolvía el poder al emperador. "¿Y cómo se lo tomaron?, ¿bien?" pregunté al guía mirando la imagen reproducida con muñecos en una de las salas del castillo. "No, no bien" contestó "hubo guerra". "Oiga, ¿y esos símbolos de los kimonos justo en el cuello tienen algún significado?" El guía sonrió: "¡Ah, sí! Miren! ¿Ven ese pequeño círculo? ¡Es el símbolo de cada casa!". La verdad, estaban todos los maniquíes inclinados y el Shogún parecía decir: "Le devuelvo el poder al emperador!" y todos inclinados y felices pero se ve que no eran nada felices. ¡Jajajaja!

Luego intentamos sacar fotos al pabellón de oro o templo de Kinkakuji pero a esas alturas del viaje la gente estaba muy enfadada por la falta de tiempo en cada visita, y en mi caso también por la falta de espacio (sólo sentí el mismo agobio en uno de los viajes a Barcelona donde, literalmente, los turistas cortamos el tráfico de una calle).



 Tuve que levantar las manos sobre la marea de turistas que se empujaban contra las vallas del lago para hacer esta foto. Y luego, caminando por el bosque que rodea el Pabellón de Oro, tuve una pequeña revelación. Y es que tenía que calmarme un poco porque debido a la falta de tiempo en los jardines del castillo de Nijo y a la marea posterior de gente, estaba muy disgustada. Pero vino la brisa y me paré y toqué una hoja de un árbol del camino. Y entonces sopló otra corriente de aire y me di cuenta de lo maravilloso que era todo y lo enfadada que estaba yo. Y como el enfado estaba fastidiando la visita más ansiada y deseada desde que era niña. Ver Kyoto. Así que dejé que esa corriente me atravesara (como cuando notas la brisa cerca del mar) y se me pasó todo. A lo mejor me resigné, no sabría decirlo.

Al llegar a Kyoto, la marea de turistas no disminuía, al revés, era mayor. Esquivando gente llegamos hasta Gion, el famoso barrio de las geishas. El guía nos dijo: "No son geishas todas estas personas en kimono, solo son turistas. Ahora muy de moda venir a Kyoto a hacerse fotos en kimono. Muchos chinos, muchos japoneses. No geishas"

Sólo quedaban 200 geishas en Kyoto. Y en la calle había carteles que ponían: "Por favor, no tocar a las geishas. No tirar del kimono a las geishas".

Mirando aquellos carteles, se me cayó el alma a los pies. "No tirarles del kimono, no tocarles el obi..." Miré al guía:

- Cuando una geisha sale de la casa de té suele ir corriendo -dijo-. Muchas veces se tapan la cara.

Van corriendo porque las saturamos. Porque las persiguen. Porque en cuanto se asoman a la calle les hacen veinte mil fotos. Jo, qué pena me dio. ¿Dónde estaba la esencia? ¿Dónde lo que había ido a buscar a Japón? Allí no, desde luego. Procuré buscar una foto bonita de recuerdo y conseguí esta:



Sé que las imágenes son preciosas, pero no pude ver Kyoto. Esta foto pertenece a una calle que no era la principal del barrio, dado que la principal estaba abarrotada. Y estas personas no son geishas, simplemente, van vestidas con el traje tradicional. Aún así, estoy orgullosa de la fotografía, pero renuncié a ver lo que había venido a buscar. Lo mismo pasa en el pabellón de oro. Vosotros veis la imagen del edificio porque busqué el encuadre levantando la cámara a 2 metros de altura, pero la foto engaña mucho. Los codazos y empujones que había debajo para hacerse un selfie o sacarse una foto con toda la gente y el pabellón detrás no se ven. Es lo que tiene la fotografía, al final también cuentas una historia con una imagen pero (jejeje) el cerebro rellena los huecos.  Eso me encanta. Es un poco manipulador, pero me encanta.

Dejamos atrás Gion y volvimos al hotel. Al día siguiente hubo quien pudo ver el castillo imperial (Kyoto fue capital muchos años, por eso el Shogún tenía castillo también allí. El Shogún era listo y para que los daimios no se hicieran demasiado ricos, les obligó a ir a verlos una vez cada dos años). Y otros visitaron el Bosque de Bambú y el Templo de los mil toris. Bueno, no sé si son mil, pero seguro que lo conocéis por "Memorias de una Geisha". Es ese lugar con muchos toris rojos.

Yo no pude ir porque decidimos ir de excursión a....

Hiroshima y Miyayima

Continuará...

La bomba atómica destruyó Hiroshima al impactar el 6 de agosto de 1945 (lunes) sobre la ciudad, no exactamente en el suelo sino que fue detonada a unos 600 metros por encima del mismo.
No creo que sea interesante hablar de museo de Hiroshima. Creo que lo interesante es ver cómo han reconstruido la ciudad. Hay un parque allí que se llama "Parque de la Paz" con una campana y una grulla. Los niños japoneses van al menos una vez a lo largo de su educación a dicho lugar y hacen una ofrenda con mil grullas de papel. Ellos creen que si haces mil grullas se te cumple un deseo.

Además de visitar la ciudad fuimos a la isla de Miyajima, que tiene el famoso tori dentro del agua (cuando sube la marea). Esa excursión es preciosa. La isla se encuentra en la bahía de Hiroshima, en el mar interior de Japón o mar de Seto.



Miyajima merece mucho la pena. Allí me compré un kimono. Hay ciervos y pagodas, un santuario. La pagoda tiene sistema anti terremotos, es genial. Si la tierra se agita se mueve en dos direcciones. El santuario, cuando sube la marea, da la sensación de que está flotando dentro del agua.

En cuanto a Hiroshima, lo que impresiona es ver cómo la ciudad la han levantado de nuevo y está llena de luz ^_^ 
Aunque han dejado un vestigio junto al río, un edificio, sin reconstruir:



Es de los pocos que quedó en pie. Y este es un ejemplo de ofrenda de mil grullas:



Me encantó, lo había hecho un colegio y hay como tres casetas llenas de ofrendas. Todas o casi todas piden por la paz. ¿Os imagináis a todos los estudiantes haciendo grullas de origami? Cuando yo era pequeña una profesora me castigó a hacer un montón de pájaros de papel. Me sentó fatal. Pero cuando vi esto en Japón me acordé de aquel castigo y pensé: "mira qué curioso, ellos también las hacen pero sin ser un castigo" y oye, se me pasó el enfado... (treinta años después, jajajaja!)

Al día siguiente, tras esta visita, partimos hacia:

Shirakawago, Takayaman y Gero.

Por no extenderme, no voy a poner fotos de estas ciudades. Shirakawago tiene las casas antiguas de Japón, con tejados de "chamizo", muy gruesos. También un puente colgante que marea un poco. Es un lugar bonito, pero recomiendo ir un poco más entrada la primavera. A nosotros nos hizo un tiempo un poco malo y todo lucía menos luminoso.

En Takayama por pura casualidad nos encontramos con un festival. Sacaron a pasear las carrozas. Aquí las podéis ver: CLIC AL ENLACE Estuvimos en ese museo y las vimos por la calle. Lo más sorprendente era cómo les daban la vuelta. Algunos niños iban montados en ellas. Resultaba complicado darles la vuelta porque lo hacían girando sobre su propio eje (a pulso, vamos), con la pericia de los japoneses que iban empujándolas vestidos con trajes típicos.

Gero es un lugar para darte baños de aguas termales. Gero es famoso por sus hoteles.


Tras esta jornada, salimos hacia Tsumago para conocer la casa de Waki Honji y pasear por la ciudad. Tusmago sí es muy bonito. Tiene un molino, un río, y la posada antigua de un señor que creo se dedicaba al sake. Pero que puso una posada y la preparó muy bien para la visita del Shogún (creo que fue el Shogún) pero cuando acudió estuvo solo media hora. Y el dueño de la posada, ¡hasta le había construido un baño y todo!
Allí nos contaron donde se sentaba cada miembro de la familia, entorno al fuego. Y por qué.

Por último - antes de salir hacia Tokyo, cuya entrada os recomiendo que leáis pues fue maravillosa la visita- visitamos Hakone y el monte sagrado.

Subimos a lo alto de un monte y le pregunté a la guía ¿por qué sagrado? La guía nos contó: en el lago que hay debajo (puede ser de origen volcánico) vivía un dragón... Claro, con este comienzo yo ya me emocioné. Dicho dragón provocaba inundaciones, sequías y hambre. Los lugareños no encontraban modo de aplacarlo hasta que decidieron darle una doncella al año como sacrificio. En este punto yo torcí el gesto. Resulta que le tenían mucho miedo pero un moje sinto (¡y llega el héroe!) subió a la montaña sagrada y ató al dragón al fondo del lago. No recuerdo bien cómo lo hizo, pero el dragón lloraba y lloraba pidiendo perdón. El monje le perdonó y lo soltó y a partir de aquel momento el dragón se convirtió en protector: trayendo agua y cosechas abundantes.

Y el monje decidió construir un santuario allí arriba.

También visitamos Nikko, que tiene una preciosa cascada (para ver Nikko salimos desde Tokyo) pero llovía a cántaros así que jajaja! fue un viaje con muchos contrastes.

^_^ Tokyo, sin duda, me impresionó muchísimo. Y Miyajima. Pero es difícil elegir, porque es un viaje maravilloso, en general. Es un viaje... transformador. Así que lo recomiendo!!! 

1 comentarios:

Davidel dijo...

👏👏👏👏👏👏 muy bien contado!! Estas entradas hay que leerlas cuando uno está relajado posts disfrutar plenamente. Ha tenido que ser un viaje inolvidable. Es inevitable la aglomeración en ciertas ciudades, y me encantó tu respuesta a ello. Disfrutando de la brisa 😊😊
Esperando ver la siguiente parte!
Saludos Nelly!

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