Influencias


"Porque eso es lo que hacemos al meditar. Ver lo que tenemos..."
"Lleva aceite de palma. No compres nada con aceite de palma..."



Esta mañana me he levantado un poco "depre". Supongo que no es nada extraño. Nos pasa a todos. Tumbada en la cama mirando al techo me acordé de la frase que leí en Facebook hace tiempo. "Cada persona con la que te cruzas está librando una batalla de la que tú no sabes nada. Sé amable, siempre".
Mientras sopesaba cuán cierto era (que lo es), me pregunté qué quería hacer el resto del día. Pero a todo le vía pegas. Y empecé a comparar mi estado de ánimo actual con el de hace unas semanas. Hay una forma sencilla de saber si no me encuentro bien y es parecido al síntoma más evidente que tengo cuando me da fiebre: me canso y solo quiero estar tumbada.

Lo normal es tener tantos planes al día, que no sé por cuál quiero empezar. Y la única manera de verme quieta es o trabajando (concentrada), o leyendo o escribiendo. Pero estar sobre la cama, mirando al techo, como si mi cuerpo pesara un quintal, no es, ni remotamente, mi estado de ánimo habitual. 

Y empecé a preocuparme.

Y me acordé de la frase del Muso que da inicio a esta entrada. No me gustó nada cuando la dijo, en medio de una conversación, porque me pasó eso que me pasa a veces con él, que un segundo dura más de lo que debería durar. Cuando eso pasa y ralentiza el tiempo me desconcierta. Es como si algunas palabras que dice... es como si no las dijera en un plano normal de comunicación. Yo no sé con quién habla, (jajajaj!!!) pero de verdad que ... desconcierta. 

Bien. Si tenéis un síntoma o un estado de ánimo, o una reacción alérgica en un brazo, sea cual sea la circunstancia, el síntoma indica algo. Lo malo es que para ver ese algo cuando se trata de una cosa no física, sino mental, la única herramienta correcta y adecuada que conozco es la meditación.

Pero yo no quería meditar. 

"¿Cómo puedo arreglar esto que siento... sino sé qué me pasa?". Y de nuevo la frase me venía a la mente. "Eso es lo que hacemos al meditar, ver lo que tenemos..." ¡¡¡ayyyyyyy, ¿por qué tuvo que decirla?!!! jajajaj.
Bueno, al final, me dije, venga...  Y no tarde en darme cuenta de porqué no quería meditar. Meditar a veces es un coñazo. Ves lo que quieres, sientes cosas y ... caramba! te enfadas!. Es muy difícil no enfadarse. 

Lo raro es que cuando llevas un ratito meditando todas esas cosas te parecen muy... pequeñas. ¿Sabéis? Y no sé porqué aún. En realidad son tonterías. Pero son tantas que abruman. Y casi todas tienen que ver con "tener" cosas externas. Y te enfadas más. Total. Un desastre. 

Tras mi pequeña sesión de meditación, curiosamente, me sentía llena de energía otra vez. "¿¿Ves??" "Esto es lo que no entiendo" pensé. Organicé mi día y me puse a leer. Leía un libro budista. Y tocaba un capítulo titulado: "sobre el sufrimiento". ¡Ah! ¡Pues qué bien! Mira qué oportuno. Leí unas cuantas hojas, y de repente me enfadé lo cerré y casi lo lanzo por la ventana, ¡jajajaj!

Decidí ir a comprar.

Había decidido hacer dieta sana también. Afortunadamente, no me gustan ni los pasteles, ni la coca-cola, ni el merengue, ni el hojaldre... no me gusta casi nada. Pero me chifla el pan. Me puedo comer una barra de pan tranquilamente. Como no tengo otra cosa mejor que hacer, esta semana he decidido ponerme a prueba y ver si puedo comer menos pan. No es difícil, ya que existen panecillos a la venta que son bastante pequeños. Y me dije: "Mira qué bien. Me compro uno para cada comida y ya está".

Justo cuando iba hacia la caja me di cuenta de que no tenía nada para llevarme al trabajo. Y ahí fue donde la segunda frase acudió a mi mente, lo que más tarde me haría pensar en el poder de la influencia.

Tenía unas galletas en la mano, cuando me vino a la mente una escena ocurrida semanas atrás y la frase: "No compres nada con aceite de palma".
Ni idea de lo que es aceite de palma, pero si al ser querido que me lo había dicho le preocupaba lo bastante como para decírmelo... ¿por qué no darle la vuelta y leer los ingredientes?

"blablablabla... aceite de palma". Oh, vaya. Dejé el paquete. 
Elegí otro.
"blablbalbalblbla... aceite de palama". Anda, pues esto también lleva. Por cierto, ¿qué es una traza de soja? Dejé el paquete.
Elegí otro más.
"blablablalblalblablbla... grasa de palma". JAJAJAJAJ!! ¡¡Venga ya!! Miré a mi alrededor en el estante de las galletas. ¡Todo lleva aceite de palma!

Me decidí a avanzar hacia la caja pero me dije para mis adentros: "¿Y qué hago? Si no llevo algo con azúcar al trabajo me voy a morir de hambre y me zamparé todo lo que haya en la máquina..."

(manzanas)

"Te odio" le contesté a mi pensamiento. Ja, ja ja ja! 
Sí, vale. Llevan glucosa. Es lo que buscaba: galletas de chocolate con glucosa. Y al final... manzanas. Como la semana anterior y la anterior de la anterior. 

Así que ya veis. Dos frases. Dos frases absurdas dichas azarosamente por dos seres que me rodean... y fijaros qué impacto y qué influencia pueden tener en la vida de otra persona. Si eso ocurre con todo, ¿no es curioso? ¡Menuda responsabilidad! 
Lo curioso es que no todos afectamos a todos, claro. Hay personas (no sé por qué al escribir esto me da que la palabra personas esconde algo más)... como decía, a cada persona le afecta más lo que digan unos y no otros. Lo cuál me lleva a la siguiente pregunta: ¿qué fuerza es la que hace que nos afecten unos y no otros? Porque eso, ... puede ser muy relevante para nuestra vida.


¡¡¡Saludos filosóficos!!! (o filosofales, jejejej) 




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